No sé si – espíritus o almas, no sé cómo les podemos llamar, pero se siente, se siente algo. Se detecta en el corazón.
Sus seres queridos desaparecieron. En su búsqueda por obtener respuestas estas familias se enfrentaron a una aterradora red de poder e impunidad. No los detuvo.
Yo no fui de las primeras personas que entró a las fosas. Pero el día que yo tomé valor para ir … Yo sentí algo que me recorría el cuerpo de pies a cabeza. Son sentimientos de tristeza, de dolor, de desesperación.
Basilia Bonastre llevaba más de tres años buscando a su hijo, Arturo, cuando empezó a correr la voz de que había cientos de cuerpos escondidos en un terreno despejado cerca de su casa.
Arturo Figueroa, de 20 años, estaba en su último semestre en la escuela de enfermería, trabajaba en la sala de partos. Fue llevado en una redada la noche del 30 de noviembre de 2012.
Llegaba y se cambiaba. Iba con un amiguito que se llevaba bien con él y se dedicaban a pasar un rato, no era una persona que se desvelaba muy tarde porque entraba muy temprano a la escuela ...
Yo estaba mensajeando con él – a las 11:30 fue el último mensaje que yo recibí de él. No me gustaba que él estuviera en la calle. Entonces le mando un mensaje y le digo ‘¿a que horas te vienes?’ Dice, ‘Ya voy, Mami’.”
Estaban cerca de la casa, a unos metros, platicando, cuando llegaron las patrullas y los llevaron – sin ninguna justificación.
La policía estatal y el ejército estaban en su vecindario llevando a cabo una operación en contra de un cartel, según dijeron. Esa noche se llevaron a ocho jóvenes.
La denominada guerra contra las drogas de México llevaba seis años en marcha. En 2006 el gobierno había prometido poner fin a la crisis de seguridad pública eliminando los carteles del narcotráfico, pero la violencia se había disparado.
El crimen organizado había sobornado a las fuerzas policiales, a los fiscales y los políticos. El gobierno federal estaba luchando contra algunos de los cárteles más poderosos mientras los narcos luchaban entre sí.
Los civiles, atrapados en el medio, estaban muriendo y desapareciendo.
Dos años después de la desaparición de Arturo, un estudiante de arquitectura de 19 años llamado Gerson Quevedo acordó encontrarse con un amigo en una tienda local para comprar un bocadillo.
Era una mañana de marzo de 2014. A la hora del almuerzo su familia recibió una llamada pidiendo rescate. Se apresuraron a reunir los 80.000 pesos que pedían.
Antes los secuestros eran a la gente muy rica. Vives tranquilo porque dices, ‘No tengo gran cosa, quién me va a quitar’. Yo en ningún momento me pude imaginar … Pagamos el rescate entre las 4 y las 5 de la tarde. Ya eran las 12 de la noche y pues nada.
Arturo y Gerson no se conocían. Vivían en pueblos diferentes. Uno de ellos fue secuestrado por la policía, el otro fue llevado a ser secuestrado por un amigo. Ambos fueron encontrados en el área despejada donde Basilia llegó y sintió esa ola de dolor.
Sus restos estaban entre los 298 cráneos y miles de huesos encontrados en 155 fosas de poca profundidad alrededor de los bordes del área despejada. En el momento en que fue excavada por completo, a principios de este año, se denominó como la fosa clandestina más grande conocida en América Latina.
El sitio se bautizó como Colinas de Santa Fe. Lleva el nombre de un suburbio cercano en las afueras de Veracruz, una bulliciosa ciudad portuaria en el Golfo de México.
Más de 66.000 personas han desaparecido en México desde 2006. El presidente Andrés Manuel López Obrador, cuando asumió el cargo hace dos años, se comprometió a encontrar a los desaparecidos y a detener la violencia. El número de desaparecidos, sin embargo, sigue aumentando. Dieciséis personas desaparecen cada día.
Y en los últimos años las familias que buscan a los desaparecidos han hecho un descubrimiento sombrío: hay fosas comunes repartidas por todo México.
La mayoría de las personas encontradas en Colinas de Santa Fe aún no tienen nombre. Pero las historias de las nueve víctimas conocidas exponen la red de crimen, poder e impunidad que permite que las desapariciones continúen sin cesar.
Y obliga a sus familias a arriesgarlo todo para encontrarlos.
Las fosas se denominan como ‘clandestinas’ en México, pero no son ningún secreto. Cuando se excavan al borde de las comunidades advierten sobre quién tiene el poder y quién es intocable.
En el momento en que Arturo desapareció, las autoridades federales habían desplegado al ejército y a la policía federal para tratar de apaciguar la crisis en el estado. La Operación Veracruz Seguro tenía como objetivo el cartel de Los Zetas. En la ciudad de Cardel, un bastión de los Zetas, la operación provocó una temporada de terror.
Charli Rodríguez Cortés, de 20 años, fue uno de los detenidos en la redada con Arturo. Estaba en su segundo año de la escuela de negocios. Había salido esa noche para hacer las compras navideñas con su novia.
Como a las diez para las doce de la noche yo le digo a mi esposo, ‘Sabes que, este chamaco no ha llegado y nunca llega tarde’ … y yo esperé y esperé y esperé.
Elfego Rivera, de 22 años, era jardinero de un club de golf y tocaba la batería en el Carnaval. También fue detenido en la redada de Cardel. Había parado para recoger las hamburguesas que su esposa embarazada le había pedido.
Su madre, Norma, escuchó los gritos en la calle cuando los hombres uniformados secuestraron a su hijo.
Una de las vecinas me contó que había oído a mi hijo decir que vivía ahí cerca. Dijo ‘Yo vivo aquí’ y le dijeron con palabras mayores, “Tú vas para arriba [a la camioneta]”.
Pedro Huesca, de 31 años, era un fiscal del estado que trabajaba en la Operación Veracruz Seguro. El 15 de abril de 2013, su madre estaba en su casa viendo una telenovela cuando los vecinos llegaron a decirle que alguien le había disparado al vehículo de su hijo.
Para mí en mi mente, digo, ‘bueno, si balearon su camioneta debe de estar herido en algún hospital, vamos a buscarlo’. Jamás me imaginé todo lo que se me venía encima, todo lo que iba a pasar.
Pedro fue secuestrado cuando se dirigía a recoger a su asistente, Gerardo Montiel. Gerardo, de 32 años, vio a un grupo de hombres con uniformes de policía disparando contra la camioneta de su jefe y corrió para tratar de ayudar a Pedro. Los hombres también lo secuestraron.
Y ya un día me dijo que lo habían invitado a participar en lo del Veracruz Seguro. Y yo le dije, “No, gordo, pues es mucho arriesgarse. Mejor aquí comemos frijoles pero comemos, no?” Y ya me dijo, “No, gorda, es que yo lo que quiero es que vivamos mejor.”
La cooptación de la policía provocó un aumento de todo tipo de delitos en Veracruz. Los secuestros para pedir rescate, como el de Gerson, se volvieron comunes, al igual que los secuestros en hogares y lugares públicos, como les ocurrió a Jonattan, Geovani y Luis Ángel.
Jonattan Rosales era un agente de aduanas de 25 años. Le encantaba surfear y andar en patineta. Una mañana de julio de 2013 estaba desayunando con su novia en casa, cuando cuatro hombres armados irrumpieron y los obligaron a salir por la puerta.
Empezamos a buscarlos. Salimos hasta las cuatro, cinco de la mañana, pero nada.
Geovani Palmero, de 21 años, era oficial de préstamos en un banco. La noche del 25 de enero de 2014, salió de una fiesta en la casa de su jefe para encontrarse con un amigo en el centro.
Él nunca faltaba a dormir. Pero amanece y no, pues, no vino. Y lo empezamos a buscar y le hablamos a su jefe, le hablamos a sus compañeros de trabajo, a sus amigos y nadie sabía nada.
Luis Ángel Castillo, de 23 años, tenía un pequeño negocio de comercio de oro que dirigía desde la casa de su familia. Alcanzaba a cubrir los gastos, pero su sueño era abrir un gimnasio propio. En la tarde del 11 de julio de 2014 estaba en casa con su madre y su hermana cuando cinco hombres armados irrumpieron por la puerta principal y lo obligaron a tirarse al suelo.
Me sentí como culpable al no poder ayudarlo. Cuando era bebé podía yo defenderlo. Pero ahorita, con cinco pistolas, no podía ayudarlo. Era imposible.
En un momento que yo no recuerdo muy bien porque bloqueé las cosas, dice mi mamá que cuando lo vi así fuera yo lo intenté llevar adentro, es cuando me apuntan a mi en la cabeza y me dicen, “¿Quieres morir?"
Al final nada más me dieron una cachaza en la cabeza. Y se lo llevaron.
Fui a la Policía Ministerial aquí en Cardel … [La licenciada] me dijo que a lo mejor mi hijo fue llevado porque era un era un ladrón, era un borracho, dijo que estaba mintiendo. Dijo un montón de cosas. No hicieron nada.
En la marina ellos no más actúan si tú vas y les dices: ahí en esta casa en esta dirección tienen a mi hijo … Dijeron que nosotros teníamos que investigar. Pero le digo, ¿Cómo investigas algo así? ¿Llegas a casa de seguridad con un montón de gente armada? ¿Qué les va decir? “Mira, este es mi hijo, lo tienes. No me dispares ni nada”.
En la unidad antisecuestro, el primer investigador fue un joven inteligente que hizo un buen trabajo. Pero en muy poco tiempo, lo sacaron de nuestro caso .
Fui a ver al licenciado de la policía estatal para preguntarle qué sabía. Fui con la esposa de Pedro.Antes de que pudiéramos decir algo, abrió los brazos y dijo: “Ah, las viudas, bienvenidas a mi Veracruz seguro.”Y me dije a mi misma, pero, espera, ¿Cómo sabe que soy viuda?
Unos compañeros de trabajo de mi hijo me hablaron, “Señor René, el coche de Geovani está en la delegación de tránsito”. Cuando me dijeron eso, yo respiré y dije, “Ahí está, voy a ver qué pasó”.
Antes del mediodía, René llegó a la estación a preguntar por su hijo. La policía le dijo que Geovani había sido detenido en el bulevar turístico y lo habían traído a las tres de la mañana. Dijeron que se hizo una prueba de alcoholemia y se fue una hora después.
Entonces René fue al ministerio público para denunciar la desaparición de Geovani.
Los funcionarios se rehusaron a abrir un caso y le dijeron que regresara cuando Geovani estuviera desaparecido durante 72 horas. Cuando regresó tres días después, tampoco tuvo éxito.
Me dije, yo no voy a obtener nada aquí; yo necesito a encontrar a mi hijo.
Mientras pasaban los días sin respuestas, René interpuso una orden judicial para obligar a la policía a investigar y solicitó ayuda a la Comisión de Derechos Humanos del estado. Pero no vio ningún progreso. Entonces él:
En esto prácticamente me convertí en experto, en descifrar las coordenadas de los celulares. La secretaría del Ministerio Público me decía, “Oiga usted debería de ser policía”, porque todo el trabajo yo se los hacía. De esto ni idea tenían.
El teléfono celular de Geovani lo ubicó en la oficina de la policía de tránsito a las 3:56 a.m., justo antes de la hora en que los oficiales le dijeron a René que Geovani había abandonado la estación. Pero luego sonó allí de nuevo a las 4:56 a.m. Y luego nuevamente cada hora hasta las 7:11 a.m., cuando la señal se cayó.
Luego, 26 horas después, volvió a sonar en diferentes partes de la ciudad: en los mismos vecindarios y a la misma hora que las señales de los teléfonos de los oficiales.
Hemos perdido muchísimas cosas – empleos, casa, dinero – y enfermedades, hemos caído en enfermedades. Pero no importa lo que se tenga que hacer para encontrarlo.
Se veía que era muy riesgoso. Había muchísimo peligro en todo esto. ... Pero no podíamos dejarlo solo, en ningún momento.
Me tomaron la muestra de ADN en tres ocasiones. Perdieron las tres.
Cada vez que nosotros ponemos la denuncia, las autoridades no les vemos ninguna intención de apoyar, ninguna intención de buscar. Siempre andamos solas – hasta que nos juntamos un grupo de madres.
En todo el país, los padres y madres de los desaparecidos estaban haciendo lo mismo: estaban formando organizaciones para buscar juntos y para presionar a las autoridades a que investigaran. Cuando Basilia se unió a un grupo de Veracruz llamado Colectivo Solecito, había colectivos de familiares en casi todas las ciudades y en todos los estados.
Fuimos a las cárceles.
Las cárceles de máxima seguridad.
Fui a los hospitales.
Centros psiquiátricos. Llevamos fotografías de todos nuestros hijos.
Sabíamos que los narcos estaban llevando a personas que necesitaban ... esa era la esperanza que manteníamos, que estaba vivo, porque como él estudiaba enfermería, al menos a él lo ocupan, si están heridos, para ayudar con eso.
Fuimos a Guadalajara, Oaxaca, Baja California, Tijuana, Culiacán.
Fui a morgues. Fui a ver a más de 300 cadáveres para reconocer … siempre con ese terror cada vez que veía yo un cuerpo.
. Te deterioras. Te cansas. Física, económica, mentalmente. Es una agonía … pase el tiempo y ya no sabes tú si es mejor que te lo regresen muerto, pero que te lo regresen por lo menos.
Mientras más personas desaparecían, y más familias se sumaban a la búsqueda, la fosa seguía creciendo.
La primera vez que yo fui a Colinas de Santa Fe fue en 2015 … Fuimos con la fiscalía y los ministeriales.
Creíamos que había cuerpos por la situación del piso, por la situación de todo, la ropa que había, zapatos. Había envases, vasos, bolsas negras. Entonces se ve que había habido gente ahí. También se sentía un ambiente triste y olía feo.
Pero la fiscalía no dejó que tomáramos fotografías. No dejó que siguiéramos revisando. Y así se quedó toda la investigación. Hasta que se volvió a encontrar el mapa de Colinas de Santa Fe.
Nosotros cuando empezamos el colectivo, empezamos a hacer estas marchas el 10 de mayo porque realmente uno como madre que tiene un hijo desaparecido – el 10 de mayo no tiene nada a festejar.
En una de esas marchas, se arrimaron dos muchachos a repartimos unos volantes. Era un mapa ... Ya en la tarde cuando llegué y abrí ese mapa, era un mapa que decía, ‘Aquí van a encontrar a sus hijos.’
Ponían direcciones, ponían muchas crucecitas como encima de una laguna, y pusieron ‘cuerpos’. Que ahí buscáramos.
Y así fue como empezó la búsqueda en Colinas. Pedimos el apoyo de la fiscalía. Eso fue en mayo. La fiscalía nos apoyó hasta agosto para entrar a hacer la búsqueda.
Pues cual fue la sorpresa, que efectivamente ahí había un cementerio clandestino.
Soy Don Lupe Contreras. Estamos en Colinas de Santa Fe.
Yo, a raíz de la desaparición de mi hijo, me dediqué a buscar. A veces solo, a veces acompañado. Pero nunca dejé la búsqueda.
Yo me identifico con ellas. Con el dolor que están sintiendo. Porque también yo lo siento.... Yo hice un compromiso con el Colectivo Solecito de terminar Colinas de Santa Fe.
Para mí fue algo nuevo, cómo buscar, cómo encontrar … cómo rasgar la tierra, cómo meter una varilla en la tierra para saber si había algunos restos ahí … Con una varilla, se metía y se olía.
Fue el 8 de agosto de 2016 cuando encontramos la primera fosa.
Dos se quedaron allá en el punto uno y me vine por acá solo. Pues encontramos estos aquí.
Digo, de allí por acá, encontrar y encontrar y encontrar.
Hay algunos que estaban dentro de bolsas, otros que estaban nada más tapados con bolsas. En su mayoría todos estaban desmembrados pero no en la misma forma. No creo que haya sido una sola persona que haya juntado todo.
Para mí, lo más duro que he estado aquí en Colinas de Santa Fe fue la Fosa 49.
Por que estaba entero el cuerpo. Y al descubrirlo, vimos la parte de la pierna, blanca, así. Podría meter el dedo ... Para mí fue lo que más me impactó.
Siempre que abría una fosa, yo decía, ¿Serás tú? ¿Estarás aquí?
El día que se encontró, el día que se abrió esa fosa, yo estuve también, rasgando la tierra.
Se escarba, se saca la tierra, pero si se ve una bolsa ahí o un fémur o un cráneo, ya uno ya se retira, ya no puede uno escarbar más porque dicen que puede uno puede estropear la evidencia. Entonces ahí se quedó. Esta fosa se quedó para cuando los peritos la sacaran.
Fue hasta al mes y medio cuando me notificaron.
Nunca me imaginé que yo estaba rasgando o quitando la arena de donde estaba abajo mi hijo enterrado.
Son seres humanos que no merecen lo que les pasó. Son sentimientos encontrados. Digo que a lo mejor ustedes no lo entienden porque no lo han visto, no lo han vivido.
Es muy frustrante – uno cree que está preparada para esta llamada y realmente no estamos preparados para esta llamada. Es muy triste y se acaban muchas ilusiones, se acaba la fe de volver a encontrarlo vivo.
Nada mas te avisan que te tienes que presentar en la fiscalía con un familiar.
Nos citaron a nosotros y a otra familia. Estaba lleno de gente: psicólogos, forenses, biólogos. Y cómo se burlaban de nosotros. Después de hecho, el psicólogo nunca nos recibió.
Duró como media hora, nada más … Te explican que encontraron unas fosas, que en estas fosas encontraron varios restos, que los catalogan por número y que tal cráneo coincide con el ADN, en nuestro caso, de mis papás.
Los del Colectivo Solecito sólo confiaban en el laboratorio forense de la policía federal para analizar los restos encontrados en Colinas. Pero el laboratorio solo tenía un par de técnicos para procesar el ADN de miles de cuerpos encontrados en todo México. Muchos fueron encontrados desmembrados y en fosas con varias personas no identificadas, por lo que se tuvieron que analizar decenas de miles de fragmentos de huesos. La policía forense examinó los cráneos primero, ya que cada cráneo representa claramente a personas individuales.
Dijeron, yo le doy el cráneo y después si se encuentra un huesito, se lo doy y hay que volver a abrir la fosa y colocar. Yo les dije que así no lo quería. Yo quería todo completo las partes de él. Que así no. ¿Por qué me lo estaban dando así?
Ahora dice el gobierno, “No, es que es mucho mucho dinero si usted ya le dijeron del cráneo – y pide que sea todo completo, es mucho dinero”.
Lo entregó en una cajita porque nada más fueron poquitos.
Cuando terminaron con las pruebas de ADN a mí me dijeron que iban a tardar porque los habían encontrado por pedazos. Que no sabían de quién era un brazo, de quién era eso.
Nada más supe del ADN. No sabía yo que otras cosas había. Lo de las otras cosas yo supe por medio de [el Colectivo Solecito] porque llevan una libretita donde apuntaba lo que aparecía en las fosas … Ahí decía refiérase como dice la fosa 59. Decía que había una camisa Calvin Klein blanca de manga larga con rayas azules. Y un pantalón mediano, una cartera.
Encontraron pistas en esas fosas. Donde se encontró a Arturo había una pulsera, calcetines, tennis, una camiseta. Esas fosas fueron encontradas a mediados de septiembre de 2016. Si hubiera visto una foto de la ropa encontrada en esa fosa, habría sabido de inmediato que era de mi hijo. Pero solo me notificaron en julio de 2017.
Lo prefería cuando pensaba que estaba vivo. Pero también es un alivio. Porque es desesperante. Piensas en esto todo el día. ¿Dónde estarás? Si está muerto, si está vivo.
Para mí eso fue un golpe muy fuerte porque pierdes la esperanza de la vida y el dolor aumenta profundamente. ¿Cómo llegas a tu casa a decirle a tu familia que tu hijo estaba en una fosa clandestina?
Hasta la fecha, 18 de las personas encontradas en la fosa han sido devueltas a sus familias. Entre ellos se encuentran: José Antonio Diez, un próspero empresario que se postulaba para ser alcalde de su localidad cuando desapareció. Vicente Colorado, un mecánico y padre de dos hijos que fue arrastrado de su cama una noche por hombres con uniformes de policía. Manuel Llinas, de 22 años, que trabajaba como portero de un bar y estaba ahorrando dinero para la escuela de ingeniería. No volvió a casa del trabajo una noche en 2014. Y tres de los hombres capturados en la redada de Cardel.
El gobierno de Veracruz se negó a confirmar si se ha identificado a alguien más encontrado en la fosa. Los del Colectivo Solecito no saben de nadie más.
Todos los identificadoss son hombres. Pero se encontraron muchos elementos enterrados con los cuerpos que indican que algunas de las víctimas eran mujeres. Algunas fosas contenían implantes de senos, que permanecen intactos incluso cuando el cuerpo que los rodea se descompone. También se encontraron muchas pistas que podrían haber formado la base de una investigación.
Los cuerpos de las mujeres exhumadas de la fosa y de los hombres no identificados, se encuentran en tráilers refrigerados y en cajas en las oficinas del gobierno estatal, esperando un análisis forense o que alguien los reclame.
Las autoridades, por ejemplo esa fiscal, me dicen, “¡Ya lo encontró!” Le dije, sí, ya lo encontré. Pero no por usted. Y no por este gobierno. Lo encontré por la policía científica y por las mamás del Solecito que estuvieron ahí. Pero por usted no.
No por haberlo encontrado, yo voy a dejar a buscar justicia. Al contrario, yo sigo en eso.
Después de que me entregaron los dictámenes, yo le dije al MP, ‘Bueno ya hay un cuerpo, ahora yo quiero saber quién lo mató y por qué lo mató’.
Pero muy pronto las familias se dieron cuenta de que aunque ahora tenían evidencia clara de los asesinatos, no era suficiente para incitar a las autoridades a actuar. Continuaron sufriendo el mismo tipo de obstrucciones que habían retrasado la búsqueda de los desaparecidos.
¿Por qué desaparecer los cuerpos? Porque sin cuerpo, no hay crimen. Es una forma de las autoridades de evitar toda la historia.
Mientras la organización de vigilancia Crisis Group investigaba la colusión e impunidad entre delincuentes estatales en el estado de Veracruz en 2016, encontró patrones similares de obstrucción que reflejaban las experiencias de las nueve familias.
A través de la coacción de los superiores y los grupos del crimen organizado, así como sobornos ofrecidos a agentes, los recursos del estado fueron redirigidos para servir propósitos criminales. Un modo de hacer esto fue responder al crimen de forma pasiva. A los agentes se les ordenó explícitamente rechazar los pedidos de ayuda y asistencia de los ciudadanos...
El informe concluyó que hubo un esfuerzo deliberado por parte de las instituciones estatales para proteger los intereses criminales.
En Veracruz, una alianza entre grupos criminales y los más altos niveles del poder político local allanó el camino para una campaña de violencia desenfrenada mediante la captura de las instituciones locales judiciales y de seguridad, garantizando la impunidad de ambas partes.
Mientras estas nueve familias buscaban a sus desaparecidos, Human Rights Watch estaba rastreando las investigaciones de desapariciones en todo México y descubrió que la obstrucción sistemática era muy común. En un informe de 2013, el grupo examinó las desapariciones llevadas a cabo por actores estatales y criminales.
En 149 de estos casos, se encontró evidencias contundentes de que actores estatales habrían participado en la desaparición, ya sea por sí solos o en colaboración con organizaciones delictivas. En estos 149 casos han estado implicados miembros de todas las fuerzas de seguridad que intervienen en operativos de seguridad pública, es decir, el Ejército, la Marina, la Policía Federal, y/o las policías estatales y municipales.
Además de no resolver los casos individuales y exacerbar el clima general de impunidad, estas serias deficiencias en la investigación permiten que los miembros de las fuerzas de seguridad y organizaciones delictivas que llevan a cabo múltiples desapariciones cometan nuevamente estos delitos.
Ellos sabían todo … están impunes. Porque si fueran otras personas, tú sabes que no importa qué, te toman tu denuncia, mandan a quien esté a cargo, para que vayan inmediatamente – pero no tenían la voluntad. No tenían la voluntad porque están obstruyendo el camino, para que uno no avance.
Tres años después de que se llevaran a Arturo y al resto de los jóvenes en Cardel, un testigo declaró que había sido la policía estatal que trabajaba con la Operación Veracruz Seguro quien los había secuestrado. Una investigación interna exoneró a la Marina y no se tomaron más acciones contra la policía.
No hicieron la investigación para saber quién había sido, solo querían probar y decir ‘aquí está, yo no fui’ … solamente lo hicieron para comprobar que no se trataba de ellos, sino que se trataba de policías estatales. Y ahí se quedó la investigación.
Después de que se llevaron a Pedro y Gerardo, la gente del barrio reconoció a la persona que vigilaba a los que disparaban. Cuando fue arrestado, nombró al jefe del cartel del vecindario como la persona que le había encomendado el trabajo.
Ambos fueron condenados a 60 años por secuestro, pero fueron absueltos en una apelación. Griselda ha intentado que se presenten nuevos cargos por asesinato sin éxito.
Estos dos que agarraron fueron gente ponle que de abajo. Pero ¿los meros meros que mandaron a hacer esa ejecución? No los van a detener.
De los cuatro hombres que se llevaron a Jonattan y a su novia, uno ha sido identificado y acusado. Pero se negó a nombrar a los otros tres y no ha sido procesado por asesinato.
El amigo que lo atrajo a la tienda de abarrotes fue condenado por el secuestro de Gerson; otros tres soldados del cártel están en la cárcel esperando el juicio.
De los cuatro agentes de la policía de tránsito que según la investigación de René habían secuestrado a Geovani, dos han sido acusados de desaparición y solo uno fue condenado.
Dicen que en esa época, delegaciones de tránsito las controlaban los Zetas. Entonces quien no daba dinero lo tajearon para sacarle dinero y si no, los hacían sacar dinero a fuerza – lo que yo pienso es que se les pasó la mano, lo mataron a golpes y tal vez buscaron algún grupo para los que trabajaban.
Pero no ha habido más investigaciones para probar esta teoría o para averiguar por qué una violación de tránsito se volvió mortal para Geovani.
Es lo que no ha hecho nadie: ¿Cuál es el primer caso, y cuál es el que lleva a los demás? ... A lo mejor pudiéramos iluminar toda la historia. Una historia que llega a otra que llega a otra, pero en la misma secuencia, por temporalidad, por personajes, por perpetrador.
Incluso con sólo el seis por ciento de las víctimas identificadas y con una mínima investigación, de la fosa emerge una imagen tenue del nexo que existe entre las autoridades gubernamentales y el crimen organizado, que permite que estos casos sucedan.
Pero los nueve hombres terminaron enterrados aquí.
Para completar el cuadro, todos tendrían que ser identificados.
Y todos sus casos deberían ser investigados hasta los autores intelectuales.
Este es un sitio con 155 fosas.
Hay fosas clandestinas en casi todos los municipios del país, según una investigación del colectivo de periodistas de investigacion mexicanos. A dónde van los desaparecidos y Quinto Elemento Lab.
Los datos sobre fosas clandestinas en México fueron compilados por Alejandra Guillén, Mago Torres y David Eads para #MéxicoPaísdeFosas, un proyecto de A Dónde Van Los Desaparecidos y Quinto Elemento Lab publicado en noviembre de 2018 y compartido generosamente con The Globe y Mail.
Agradecimientos a Marcela Turati y Mago Torres de Quinto Elemento; El Dr. Alberto Olvera Rivera de la Universidad Veracruzana; Lucía Díaz Genao del Colectivo Solecitos.
Textura de foto de modelo 3D compuesta por DroneDeploy.